#SeSienteLaTercera

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Este miércoles hemos tuiteado con el hashtag #SeSienteLaRepublica.

Las elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid han dejado una serie de sucesos que nos pueden llevar a realizar determinadas valoraciones sobre nuestra calidad democrática. ¿Comunismo o libertad? ¿Fascismo o democracia? ¿Hasta donde es democrático tolerar el fascismo o preservar la democracia es expulsar al fascismo?

Lo cierto, es que si nos remontamos a la historia, esta semana hemos celebrado los aniversarios de la Revolución de los Claveles que supuso el triunfo pacifico del pueblo portugués sobre su dictadura y el inicio de la democracia en el país vecino. El mismo día, también se celebraba el aniversario de la liberación italiana sobre el fascismo.

A estos dos países podemos añadir que también Alemania venció al nazismo. Estos hechos históricos nos llevan a pensar que en España nunca se venció al Franquismo. El dictador murió en la cama y lo que vino después fue lo que él dejó prescrito, entre otras cosas que el jefe del Estado fuese quien él eligió y formó para ser su sucesor a título de rey: Juan Carlos de Borbón convertido, por obra y gracia del dictador, en el rey Juan Carlos I.

Como hemos dicho otras veces, la Transición fue un pacto —no una ruptura— con el Franquismo, que permitió la llegada de una democracia condicionada por la pervivencia de las estructuras, por ejemplo económicas, del Franquismo.

La monarquía, el poder intacto de la familia Franco, la existencia de la Fundación Francisco Franco, la Ley de Amnistía de 1977, que supuso el perdón para los verdugos y la imposibilidad de hacer justicia con las víctimas del Franquismo (compárese con el juicio de Núremberg), la permisividad con la apología del fascismo… son simples ejemplos de los condicionantes que limitan nuestra precaria democracia.

El Franquismo vigilante convivió siempre entre nosotros. Hoy, con pretendida arrogancia, como hijo malcriado al que no se le ha educado a tiempo, planta cara a las estructuras democráticas. Tenemos lo que hemos consentido. Tenemos “creciditos” los errores de la nada modélica Transición.

Y ese mismo rey que se plantó raudo en nuestras televisiones un 3 de octubre de 1917 para decir que los anhelos independentistas son contrarios a la ley… hoy calla. Ni palabra en el discurso de Nochebuena sobre los militares que, no solo dijeron que “habría que fusilar a 26 millones de españoles”, sino que también hacían sonar el ruido de sables. El rey calló y calla ahora. Su “defensa de la democracia” —que, francamente, tampoco necesitamos—, es según quien “amenace” la democracia en eso evidencia de qué lado está y con quien está. Normal, está con los que mantienen vivo el ideario que quien le proporcionó el trono.

En la misma proporción en la que rechazamos estas salidas de tono del fascismo, que socavan las bases de cualquier democracia, estamos necesitando “purificar” el sistema. Bien, pues la única manera de purificar nuestra democracia es corregir los errores de la Transición.

Está claro. Necesitamos una segunda transición que suponga una verdadera ruptura con todo el legado franquista —del que la Monarquía es la pieza principal—, y que nos permita recuperar la República que el franquismo nos arrebató a sangre y fuego. La República que el Franquismo nos arrebató enfrentando “franquismo o legítima democracia”.

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